Aquí tenéis una selección de textos pertenecientes a los dos nuevos géneros literarios que estudiaremos: La lírica y la Historiografía. Las actividades que debéis realizar sobre los textos se encuentran al final de la entrada.
Valete!
TEXTOS
TEXTO I
Viuamus, mea Lesbia,
atque amemus,
rumoresque senum
seueriorum
omnes unius
aestimemus assis.
Soles occidere et
redire possunt;
nobis cum semel occidit brevis lux,
nox est perpetua una dormienda.
Da mi basia mille,
deinde centum,
dein mille altera,
dein secunda centum,
deinde usque altera
mille, deinde centum.
Dein, cum milia multa
fecerimus,
conturbabimus illa, ne sciamus,
aut ne quis malus inuidere possit,
cum tantum sciat esse basiorum.
Vivamos, querida
Lesbia, y amémonos,
y las habladurías de
los viejos puritanos
nos importen todas un
bledo.
Los soles pueden
salir y ponerse;
nosotros, tan pronto
acabe nuestra efímera vida,
tendremos que vivir
una noche sin fin.
Dame mil besos,
después cien,
luego otros mil,
luego cien más,
después otros mil,
después otra vez cien.
Luego, cuando
lleguemos a muchos miles,
perderemos la cuenta
para ignorarla
y para que ningún
malvado pueda dañarnos,
cuando sepa que
fueron tantos nuestros besos.
TEXTO
II
Odi et amo. Quare id faciam, fortasse
requiris?
Nescio, sed fieri sentioet excrucior.
Amo y odio. ¿Por qué hago eso, quizás te preguntes?
No lo sé, pero así siento que ocurre y me atormento.
Nescio, sed fieri sentioet excrucior.
Amo y odio. ¿Por qué hago eso, quizás te preguntes?
No lo sé, pero así siento que ocurre y me atormento.
TEXTO
III
Miser Catulle, desinas ineptire,
et quod vides perisse perditum ducas.(…)
scelesta, vae te! quae tibi manet vita?
quis nunc te adibit? cui videberis bella?
quem nunc amabis? cuius esse diceris?
quem basiabis? cui labella mordebis?
at tu, Catulle, destinatus obdura.
Miserable Catulo, deja de hacer locuras,
y lo que ves que ha muerto, considéralo perdido.(…)
¡Ay de ti, malvada! ¡Qué vida te espera!
¿Ahora quién vendrá a ti? ¿A quién le parecerás bella?
¿A quién amarás ahora? ¿De quién se dirá que eres?
¿A quién besarás? ¿A quién morderás los labios?
¡Pero tú, Catulo, condenado resiste!
TEXTO IV
Tu ne quaesieris (scire nefas) quem
mihi, quem tibi /
finem di dederint, Leuconoe, nec
Babylonios/
temptaris números. Vt melius, quidquid erit, pati!/
seu pluris hiemes, seu tribuit Iuppiter ultimam,/
quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare/
Tyrrhenum: sapias, uina liques et spatio breui/
spem longam reseces. Dum, fugerit inuida/
aetas: carpe diem, quam minimum
credula postero./ loquimur
|
No preguntes (es sacrílego saberlo)
qué fin a mí, cuál a ti,
los dioses han dado, Leuconoe, ni
sondees los babilónicos
números. ¡Cuánto mejor es soportar lo
que haya de ser!
Así Júpiter nos ha concedido muchos
inviernos, así este sea el último
que ahora desgasta contra los escollos
sobresalientes las olas
del Tirreno: sé sabia, filtra el vino
y en un espacio breve
recorta una esperanza larga. Mientras
hablamos, huye con la palabra
el tiempo: cosecha el día, nada fíes
del venidero.
|
TEXTO V
Beatus ille qui procul negotiis,
ut prisca gens mortalium paterna rura bobus exercet suis, solutus omni faenore, neque excitatur classico miles truci neque horret iratum mare, forumque vitat et superba civium potentiorum limina. |
Dichoso aquél que lejos de los
negocios,
como la antigua raza de los hombres, dedica su tiempo a trabajar los campos paternos con sus propios bueyes, libre de toda deuda, y no se despierta, como el soldado, al oír la sanguinaria trompeta de guerra, ni se asusta ante las iras del mar, manteniéndose lejos del foro y de los umbrales soberbios de los ciudadanos poderosos». |
TEXTO VI
Yo, pues, en mis principios,
siendo mozuelo, me trasladé, como otros muchos, del estudio a los negocios
públicos, donde hallé mil cosas que me repugnaban, porque, en lugar de la
modestia, de la frugalidad y desinterés, reinaban allí la desvergüenza, la profusión
y la avaricia. Y aunque mi ánimo no acostumbrado a malas mañas rehusaba todo
esto, mi tierna edad, cercada de tantos vicios, se dejó corromper y apoderar de
la ambición, de suerte que, repugnándome las malas costumbres de los otros, no
me atormentaba menos que a ellos la envidia y la ansia de adquirir honor y
fama. Ya, pues, que descansé de muchos trabajos y peligros que había pasado, y
que me resolví a vivir el resto de mi vida lejos de la república, no fue ánimo
desaprovechar este buen tiempo, entregado a la ociosidad y a la desidia, ni
ocuparme tampoco en el cultivo del campo o en la caza, dedicado a oficios
serviles, sino antes bien, vuelto a mi primer estudio de que la ambición me
había distraído, determiné escribir la historia del pueblo romano, no
seguidamente, sino eligiendo esta o aquella parte, según me pareciese más digna
de contarse, tanto más que yo nada esperaba ni temía y que me hallaba del todo
libre de partido. Así que, brevemente y con la puntualidad posible, contaré la
conjuración de Catilina, cuyo hecho me parece uno de los más memorables por lo
extraordinario de la maldad y del peligro a que expuso a la república. Pero
antes de hablar en ello conviene decir algo de las costumbres de este hombre.
Lucio Catilina fue de linaje ilustre y dotado de grandes fuerzas y talento,
pero de inclinación mala y depravada. Desde mancebo fue amigo de pendencias,
muertes, robos y discordias civiles, y en esto pasé su juventud. Sufría cuanto
no es creíble el hambre, la falta de sueño, el frío y demás incomodidades del
cuerpo; en cuanto al ánimo era osado, engañoso, vario, capaz de fingir y de
disimular cualquiera cosa, codicioso de lo ajeno, pródigo de lo suyo, vehemente
en sus pasiones, harto afluente en el decir, pero poco cuerdo. Su corazón vasto
le llevaba siempre a cosas extraordinarias, desmedidas, increíbles. Desde la
tiranía de Lucio Sila se había altamente encaprichado en apoderarse de la
república, sin detenerse ni reparar en nada, con tal que consiguiese su
intento. Inquietaban cada día más y más su ánimo feroz la pobreza y el
remordimiento de su conciencia, males ambos que había él aumentado con las
perversas artes que se dijeron antes.
TEXTO VII
. [1] Gallia est omnis divisa
in partes tres, quarum unam incolunt Belgae, aliam Aquitani, tertiam qui
ipsorum lingua Celtae, nostra Galli appellantur. Hi omnes lingua, institutis,
legibus inter se differunt. Gallos ab Aquitanis Garumna flumen, a Belgis
Matrona et Sequana dividit. Horum omnium fortissimi sunt Belgae, …
(La Galia en su conjunto está
dividida en tres partes, una de las
cuales la habitan los Belgas, otra, los
Aquitanos, la tercera (la habitan) quienes en su propia lengua son llamados
Celtas, en la nuestra, Galos. Todos estos se diferencian por su lengua, instituciones,
leyes. A los Galos los separa de los Aquitanos el río Garona, de los Belgas, el
Marne y el Sena. De todos estos los más esforzados son los belgas)
TEXTO VII
[21.1] Me considero en libertad
de iniciar lo que es sólo una parte de mi historia con una observación
preliminar, tal y como la mayoría de los escritores colocan al principio de sus
obras, a saber, que la guerra que voy a describir es la más memorable de
cualquiera de las que hayan sido libradas; me refiero a la guerra que los
cartagineses, bajo la dirección de Aníbal, libraron contra Roma. Ningún estado
y ninguna nación, tan ricas en recursos o en fuerza, se han enfrentado jamás
con las armas; ninguna de ellas había alcanzado nunca tal estado de eficacia o
estaba mejor preparada para soportar la tensión de una guerra larga; nada había
en sus tácticas que les resultase extraño después de la Primera Guerra Púnica;
y tan variables fueron las fortunas y tan dudoso Marte que aquellos que finalmente
vencieron estuvieron al principio más que próximos a la ruina. Y aún con todo,
grande como era su fuerza, el odio que sientan el uno por el otro fue todavía
mayor. Los romanos estaban furiosamente indignados porque los vencidos se
habían atrevido a tomar la ofensiva en contra de sus conquistadores; los
cartagineses estaban amargados y resentidos por lo que consideraban un
comportamiento tiránico y rapaz por parte de Roma. Se contaba que, después de
dar término Amílcar a su guerra en África, estando ofreciendo sacrificios antes
de trasladar su ejército a Hispania, el pequeño Aníbal, de nueve años de edad,
trataba de ablandar a su padre para que lo llevase con él; este lo llevó ante
el altar y se hizo jurar con su mano sobre la víctima que tan pronto como le
fuera posible se declararía enemigo de Roma .La pérdida de Sicilia y Cerdeña angustiaban
el orgulloso espíritu de aquel hombre, porque creía que la cesión de Sicilia se
había hecho a toda prisa, teniendo la desesperación en el ánimo, y que Cerdeña
había sido hurtada por los romanos aprovechando los disturbios en África y, no
contentos con su captura, le habían impuesto también una indemnización.
TEXTO VIII
[1] Comenzaré mi trabajo con el
consulado de Servio Galba –que era cónsul por segunda vez– y Tito Vinio, porque
muchos autores ya han escrito sobre los tiempos pasados hasta el 820 después de
la fundación de Roma, cuando podía escribirse con igual elocuencia que libertad
sobre los hechos del Pueblo Romano. Pero después de la batalla de Accio, y con
la paz subsiguiente, se concentró el poder en una sola persona y desaparecieron
aquellos preclaros ingenios, al tiempo que la verdad era pisoteada de mil
formas: primero por desconocimiento de la realidad de la República, como si
fuera asunto ajeno a los ciudadanos, después por el vicio de la adulación así
como por el odio hacia los gobernantes. De modo que, sintiéndose obligados los
unos y ofendidos los otros, nadie se preocupaba por el futuro. Pero es fácil
tachar de ambicioso a un escritor: la crítica y la murmuración siempre
encuentran dispuestos los oídos de todos, ya que la adulación conlleva un
rebajarse a un servilismo rastrero y la difamación una falsa apariencia de
libertad. Por lo que toca a mi relación con Galba, Otón y Vitelio, no he
recibido de ellos beneficio o perjuicio alguno. Y no negaré que mi privilegiada
situación comenzó con Vespasiano, la aumentó Tito y llegó al máximo con
Domiciano. Pero quien hace profesión de imparcialidad no debe escribir movido
ni por la afición ni por la inquina. Y, si la vida me lo permite, he dejado
para mi vejez, como materia más fértil y segura, tratar del principado del
divino Nerva y del imperio de Trajano, rara época de libertad en que se podía
pensar lo que querías y decir lo que sentías. [2] Empiezo mi tarea tratando una
época repleta de acontecimientos. Atroz por las guerras, desgarrada por las
sediciones, violenta en los mismos tiempos de paz.
ACTIVIDADES
1.
¿Qué primera gran diferencia
encuentras entre los cinco primeros textos y los restantes?
2.
Explica las características generales
del género lírico e historiográfico extrayendo ejemplos de los textos que las
justifiquen.
3.
Da el autor, título de la obra y un
breve marco de la situación biográfica e histórica de cada uno de ellos. (Podrá
ocurrir que varios textos compartan la misma obra y autor)
4.
¿Qué género te resulta más atractivo?
Esfuérzate por argumentar con coherencia tu respuesta.
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