Tema 1: La Épica
1.1. Introducción
La literatura épica
canta las hazañas (ἔπος significaría "relato, canto") de los héroes,
con frecuente intervención de los dioses. Se corresponde en la tradición
occidental con civilizaciones aristocráticas en las que han de resaltarse los
valores guerreros, individualistas y de casta nobiliaria. Así pues, la epopeya
griega refleja un mundo poblado por héroes, dioses y, en último término,
hombres embarcados en la aventura de vivir y de morir.
Las primeras manifestaciones
de este género que han llegado hasta nosotros (si bien es muy probable que
existieran otras anteriores) son dos poemas de extraordinario valor y calidad
literarias, la llíada y la
Odisea, atribuidos a Homero (siglo VIII a. C). Se trata de largos poemas narrativos, compuestos cada uno
de ellos por 24 libros o cantos, de extensión variable, entre 450 y 900 versos.
Las dos epopeyas hacen referencia a relatos de la edad heroica y tienen como
trasfondo la Guerra
de Troya.
Se puede afirmar que
la literatura occidental nace al mismo tiempo que la epopeya griega antigua,
que tiene por lo tanto en la Ilíada
y la Odisea
sus manifestaciones más antiguas de la literatura de transmisión oral. Con
anterioridad a esta fecha no se conserva ningún resto escrito que pueda
calificarse estrictamente de literario.
Esta poesía heroica
se cantaba en versos de métrica uniforme y ritmo rápido denominados hexámetros,
que tenían seis pies métricos y alternaban sílabas largas (__) y breves (U):
(__ UU (o __) / __ UU (o __) / __ UU (o __) /__ UU (o __) /__UU / __U (o__)
Otra gran figura de
la épica arcaica es Hesíodo autor de Trabajos y días, obra de contenido
claramente didáctico sobre la agricultura y de Teogonía, poema
cosmogónico que relata la genealogía del mundo y de los dioses que integran el
panteón heleno. Tradicionalmente se incluyen estas obras dentro del género
épico, no por su temática, sino por su métrica y estilo.
En época
helenística, destacamos a Apolonio de Rodas (s. III a. C.) con su obra Argonaútica , donde los valores guerreros
homéricos ceden protagonismo a la empresa aventurera: Jasón junto con otros
héroes se embarcan en la nave Argo para conseguir el vellocino de oro, en la Cólquide, y lo consigue
con la ayuda de Medea con la que mantiene una relación amorosa.
Homero fue el poeta
más admirado en la cultura griega. Es por eso que en la celebración de las
fiestas Panateneas del s. V se recitaban los poemas homéricos y en la educación
de los jóvenes griegos incluía la memorización de l obra homérica. La
influencia de la epopeya griega en la literatura posterior occidental es
inmensa, tanto por la particular visión del mundo recogida en los relatos
míticos contenidos en los poemas épicos como por el modelo de comportamiento
social, sentimental o ético que ofrece; y su influencia es directa en la épica
latina desde sus comienzos y de forma especial en La Eneida de Virgilio.
1.2. Homero y la Cuestión Homérica
Los griegos
atribuían estos dos grandes poemas a
Homero. Pero los estudiosos de su obra han llegado a plantear muchos
interrogantes sobre ella: ¿Es Homero autor único o ambas obras son el fruto de recopilaciones de poemas más
breves? ¿Lo es de la Ilíada
pero no de la Odisea?
¿Existió verdaderamente Homero?... El intento de responder a estas y otras
preguntas constituye lo que tradicionalmente se denomina “ la cuestión
homérica”.
..
Estas dudas se plantean porque tanto la Ilíada como la odisea presentan contradicciones de diverso tipo:
a)
Lingüísticas:
Encontramos formas
pertenecientes a dialectos distintos en un mismo fragmento, si bien predomina
el jonio; aparecen asimismo arcaísmos al lado de formaciones claramente
recientes, de tal forma que podemos decir que la lengua de estos poemas es
totalmente artificial, jamás hablada de tal forma en sitio alguno.
b) Arqueológicas o
culturales :
Las armas son normalmente de bronce, pero a veces aparece el
hierro. El rito funerario normal es la inhumación, pero Patroclo, por ejemplo,
es incinerado. Troya o la Ítaca de Ulises son ciudades micénicas, pero la Esqueria del rey Alcínoo
que acoge como huéspede a Odiseo, tiene su ágora que recuerda a la ciudad que
se da después de la época aristocrática.
Podemos
encontrar asimismo repeticiones de frases,
uso de ciertos recursos estilísticos, como comparaciones, catálogos (largas
enumeraciones de guerreros, pueblos que participan en el
combate, etc.), invocaciones a las Musas, digresiones (narraciones o relatos
que se alejan de la acción principal), escenas típicas que se repiten siempre
en los mismos contextos y sin apenas variación (sobre todo en las escenas de
combate).
También
aparecen los llamados defectos de
composición, así unas veces se habla
como si existiese un muro que defiende el campo griego y otras no. En la
Il. Hay un día en que se come dos veces en
lugar de la sola vez acostumbrada; asamblea inicial de los dioses en la que se
decide enviar a Hermes para que Calipso deje partir a Ulises, asamblea que es
olvidada y luego al comienzo del canto V se reúne otra asamblea que toma
idéntica decisión, etc.
Además
ambas obras presentan características diferenciadas que atañen no sólo a su
temática y ambientación, sino también a la visión del mundo que nos reflejan, a
su estilo y lengua.
Estas
características entre otras, han hecho que los eruditos, sobre todo a partir
del siglo XIX, tomen dos posturas enfrentadas: la analítica que defendía fundamentalmente que estas obras en
principio no constituían una unidad, sino que fueron ampliándose a partir de un
núcleo inicial; o bien eran el resultado de la compilación de varios poemas más
pequeños. La postura unitaria (s.XX)
admite que Homero es la culminación de una larga tradición épica en la que se
inspira.
1.3. Homero
como aedo y poeta oral
Estas
controversias han venido a cobrar sentido a la luz de los resultados de la
épica comparada. Con ello se ha llegado a reconocer la existencia de una técnica épica que
ha sido modernizada a lo largo de sucesivas generaciones de aedos, pero
conservando cosas antiguas; a veces coexisten lo antiguo y lo moderno y se
utiliza lo uno o lo otro según lo exige el metro de cada pasaje.
Dentro
de esta línea de trabajo destacan las aportaciones de MILMAN PARRY sobre la
dicción formularia. Con él, por primera vez, quedó demostrado que una
grandísima parte de los poemas está constituida por fórmulas aisladas que se
combinan entre sí. Se denomina fórmula a la expresión fija de un
pensamiento en un esquema métrico determinado. Así, junto a fórmulas aisladas
como los epítetos que acompañan a los nombres de los héroes y dioses, hay
sistemas de fórmulas destinadas a expresar ideas semejantes buscando el mismo
esquema métrico.
El
sistema formulario tiende a una economía expresiva. Esta fuerza de la tradición
en el uso de estas fórmulas es tal que se llegan a utilizar a veces de
manera inadecuada (Aquiles es llamado
“el de los pies ligeros” cuando duerme en su tienda).
Para
Parry y sus continuadores esta técnica está ligada a la composición oral, característica de toda épica primitiva.
El poeta no compone con palabras, sino con frases hechas (fórmulas), lo que
facilita su retentiva y labor creadora. De la misma manera, la regularidad
métrica es fundamental en la memorización de los poemas y en su transmisión
oral de generación en generación. Todos los poemas épicos presentan dos
elementos en común: se componen y recitan de memoria, sin ayuda de la
escritura, y se cantan con acompañamiento musical. Los poemas son, propiamente,
canciones. Así, en el caso de que Homero conociese la
escritura, la poesía oral es la base de la que arranca. En casi todas las
culturas la poesía épica tuvo una primera etapa oral, en la que el aedo (ἀοιδός "cantor", término
derivado del verbo ἀείδω
"cantar") se limita a repetir,
con pequeñas variaciones, una serie de cantos de héroes y personajes míticos
que él a su vez ha aprendido de otros aedos, sin que intervenga la escritura. A
esta etapa sucede otra en la que el rapsoda, utilizando la escritura, crea sus
propios poemas a partir de una serie de temas y motivos legados por la
tradición. Ésta es la etapa de poesía culta y es a ésta a la que pertenece
Homero.
Por lo tanto, a
Homero debemos situarlo como poeta creador que se basa en una larga tradición épica oral
anterior a él y que, probablemente valiéndose de la escritura, compusiese su
obra dentro del mundo Jónico de Asia Menor en torno a la mitad del s. VIII a.C.,
según se deduce del predominio del dialecto jonio en sus poemas y del
conocimiento bastante preciso de la región cercana a Troya.
A los elementos aportados por la tradición
oral, Homero añadió ciertos rasgos propios que dieron personalidad a su obra:
- Así creó unos poemas mucho más largos que los cantos de los aedos, organizados alrededor de las peripecias de un héroe principal con las que se entrecruzan las de muchos otros personajes menores.
- Introdujo más intensidad y dramatismo en la acción.
- Realizó una selección consciente del material que le había llegado por tradición oral.
- Por último, Homero "humanizó" deliberadamente a sus héroes, dotándoles de virtudes tales como el amor a la patria, al amigo, etc.
El estudio de la
lengua y las referencias de los poemas permiten datar solo de forma aproximada
la composición de las obras:
la Ilíada,
hacia la mitad del siglo VIII, y la
Odisea, cerca del fin del mismo siglo. Las diferencias entre
ambas obras, por otra parte, se pueden explicar perfectamente como el fruto de
la evolución artística desde la juventud hasta la madurez de un solo poeta
Con Homero, por
tanto, la épica o epopeya griega se convierte en un género de poesía culta,
pasando a ser a su vez maestro indiscutible del género, tanto para griegos como
romanos.
1.4. Los poemas: la
Ilíada y la
Odisea
1.4.1. La
Ilíada
La Ilíada es un gran poema
épico lleno de furor guerrero. Los hechos que se narran mantienen
una cronología lineal, pero con digresiones que se apartan en ocasiones del
tema central: el asedio de Troya por parte de los aqueos y sus aliados. La llíada
cuenta en sus cerca de 16 000 versos repartidos en 24 cantos, el episodio final de la guerra de Troya,
un breve intervalo en comparación con los diez años que los aqueos llevaban
acampados frente a las murallas de la ciudad. Pero el hilo conductor del poema
es la cólera del héroe griego Aquiles (cólera es precisamente la palabra con la
que comienza el poema), ofendido por el rey Agamenón, jefe del ejército griego
aliado contra Troya, que arrebata a Aquiles la joven prisionera a la que éste
ama
La legendaria guerra
de Troya se prolongó durante diez años de combates. Sin embargo, el genio de
Homero supo concentrar la acción en unas semanas del décimo año, en torno a un
episodio que proporciona cohesión a las diferentes historias que se suceden en
las luchas entre héroes: "Ia cólera de Aquiles". La obra comienza con
el agravio a Aquiles del rey Agamenón, jefe del ejército aliado contra Troya,
al arrebatarle a una joven prisionera que aquel desea. La ofensa lleva a
Aquiles, el mejor y más temido de los héroes, a retirarse de la guerra, junto
con su ejército de mirmidones. Como consecuencia, a pesar de singulares
enfrentamientos entre héroes griegos y troyanos, y de la intervención de los
dioses, la ofensiva troyana logra poner en apuros a los aliados. Ante el empuje
del principal héroe troyano, Héctor, que llega a suponer una seria amenaza para
las naves aqueas, Patroclo, íntimo de Aquiles, al no conseguir que éste se
reincorpore a la lucha, le ruega al menos que le deje sus armas para alentar a
los griegos. Cuando Héctor derrota a Patroclo, Aquiles se reconcilia con
Agamenón y se reincorpora a la lucha para vengar a su amigo. Tras la derrota de
Héctor, la furia de Aquiles se ensaña con el cadáver del troyano, pero tras la
advertencia de los dioses, acepta devolverlo a su anciano padre, el rey troyano
Príamo, y la obra concluye con los funerales de Patroclo y Héctor. Al final del
poema, vence la compasión por encima de la sed de venganza, lo cual expresa
bien la gran visión humanista de Homero.
1.4.2. La Odisea.
La Odisea es un relato de
aventuras que gira en torno a la figura de Ulises (nombre latino del
griego Odiseo), uno de los héroes que contribuyeron a la destrucción de Troya.
Al igual que en la Ilíada,
el autor centra los acontecimientos en un episodio que dará cohesión a las
diferentes aventuras del héroe: el regreso a su hogar, Ítaca, y la recuperación
de su reino. La estructura narrativa del poema es más compleja, por cuanto las
digresiones suponen simultanear dos acciones (Ulises, por una parte, y
Telémaco, su hijo, que lo busca, por otra) y un salto temporal en el que el
propio Ulises pasa a ser el narrador de sus aventuras pasadas. La Odisea, que consta de más
de 12 000 versos repartidos también en 24 cantos, narra el retorno de Odiseo desde Troya a su patria. El regreso del héroe
al hogar tras pasar un sinfín de peripecias y arrostrar innumerables peligros
será un tema recurrente en las literaturas occidentales posteriores
Al comienzo del
poema, Odiseo se encuentra en la isla de la ninfa Calipso, quien ha de dejarlo
marchar tras decidir los dioses, a petición de Atenea, permitirle el regreso a
su hogar. Pero en Ítaca, su esposa, Penélope, se encuentra asediada por
pretendientes, que dan al héroe por muerto y le exigen que elija a uno de ellos
como esposo, mientras consumen la hacienda de la familia. Ante esta situación,
Telémaco, el hijo de ambos, decide partir en busca de noticias de su padre
a los reinos de otros héroes que volvieron de Troya, como Menelao y Néstor. De
regreso a su patria, Poseidón hace naufragar a Ulises, quien recala en el país
de los feacios. Allí, su rey, Alcínoo, lo acoge con hospitalidad y, al
reconocer al héroe, éste relata sus infortunios desde la partida de Troya: la
sucesiva pérdida de su flota y sus compañeros entre tempestades; los
enfrentamientos con seres monstruosos, como el cíclope, los lestrigones, las
sirenas o Escila y Caribdis; la ira de Helios cuando devoran sus bueyes
sagrados, o la transformación en cerdos a manos de la maga Circe. Al terminar
su relato, los feacios lo obsequian generosamente y, después de un viaje
milagroso, llega a Ítaca. Odiseo regresa a su palacio disfrazado de mendigo y,
con la ayuda de Telémaco y un fiel sirviente, da muerte a los pretendientes y
se reúne por fin con Penélope.
El tono de la Odisea es, indudablemente,
menos guerrero que el de la
Ilíada, de modo que la obra, más que a la exaltación de los
valores aristocráticos, responde a la estructura tradicional del cuento de
aventuras. Las diferencias con el poema de Troya se extienden, lógicamente, a
una mayor presencia del mundo doméstico y de estratos sociales más diversos que
los héroes y los dioses. Incluso la actitud de los inmortales resulta muy
diferente: frente a las actuaciones bastante crueles y caprichosas de los dioses
en la guerra de Troya, que en ocasiones parecían buscar la mera diversión, en la Odisea sus intervenciones
están guiadas por motivaciones más éticas y por la búsqueda de justicia.
1.4.3 El mundo homérico: dioses y
hombres
Los poemas
homéricos, aunque por su tema se refieren al mundo micénico, en realidad
reflejan el mundo griego del siglo VIII a.C., la época en que los regímenes
aristocráticos se encuentran en pleno desarrollo, en que se están formando las
polis, en que se ha iniciado la colonización del Mediterráneo y por tanto los
contactos con tierras lejanas.
De otro lado, dos
son los protagonistas principales de los poemas: los dioses y los héroes, el
mundo divino y el humano. Los dioses homéricos se asemejan a los hombres por su
aspecto, pasiones, vicios y virtudes -es decir, son antropomórficos-; sólo se
diferencian por su inmortalidad y por ser superiores a los hombres en fuerza,
belleza o inteligencia. Llevan una vida feliz y despreocupada en el Olimpo, y
la propia guerra de Troya, en la que a veces intervienen, es para ellos algo
sin importancia.
Por
encima de los dioses hay un poder absoluto, irracional, que escapa a su
control, el Destino. Éste se entiende como un cierto orden de los
acontecimientos, que puede ser conocido mediante oráculos y predicciones, pero
que nadie puede alterar, ni siquiera los propios dioses. Los dioses homéricos,
que vienen a ser encarnación de las fuerzas de la naturaleza, actúan
colectivamente como garantes del destino y, por lo tanto, del equilibrio del
mundo, y así castigan las transgresiones de ese orden protagonizadas por los
hombres.
En cuanto al mundo
humano, éste está representado sobre todo por los héroes, seres que cuentan
entre sus antepasados con algún dios, dotados de gran fuerza, belleza o
inteligencia, superior a la de un hombre pero menor que la de un dios, y
carentes por supuesto de inmortalidad. A diferencia de otras epopeyas, la épica
homérica presenta a unos héroes muy "humanos":
apenas intervienen monstruos o elementos mágicos, sufren y mueren como los
hombres y encarnan virtudes como el patriotismo, la amistad o la fidelidad.
En su actuación, el
héroe homérico se ve sometido a un doble condicionante: el Destino y la propia
intervención divina. Contra el primero nada puede hacer, pues es inexorable;
respecto al segundo, es habitual ver a los dioses intervenir en las acciones de
los hombres -por ejemplo, dando o quitando la fuerza a un guerrero en pleno
combate-; también a veces el hombre que comete una acción indigna atribuye su
decisión última a un dios. Sin embargo, hay también ocasiones en que es el hombre
solo el que debe decidir y buscar una salida por sí mismo. Todo ello nos lleva
a plantear el problema de la libertad en Homero: en realidad, aunque los dioses
intervienen en la vida de los hombres, es el hombre el que al final decide si
actúa o no, por lo que le queda un cierto margen de libertad.
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